Raúl Gustavo Aguirre: poeta, antólogo, traductor y crítico nacido en Buenos Aires, Argentina (1927-1983).

Las muchedumbres, Charles Baudelaire

       No es dado a todos tomar un baño de multitud: gozar de las muchedumbres es un arte; y sólo puede darse, a expensas del género humano un atracón de vitalidad aquel a quien un hada haya otorgado desde la cuna el gusto por el disfraz y la máscara, el odio por el domicilio y la pasión por el viaje.
       Multitud, soledad: términos iguales y convertibles por el poeta  activo y fértil. Quien no sabe poblar su soledad tampoco sabrá estar solo en una muchedumbre atareada.
       El poeta disfruta de este incomparable privilegio: el de poder, a su antojo, ser él mismo y los demás. Como esas almas errantes que buscan un cuerpo, él entra cuando quiere en el personaje de cada uno. Sólo para él todo está vacante; y si ciertos lugares parecen estar cerrados, es porque a sus ojos no valen la pena que se los visite.
       El paseante solitario y pensativo obtiene una singular ebriedad de esta universal comunión. Aquel que se entrega fácilmente a la muchedumbre, conoce goces febricientes de que están eternamente privados el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, enclaustrado como un molusco. Adopta como suyas todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias que la ocasión le ofrece.
      Aquello que los hombres llaman amor es muy pequeño, muy exiguo y muy débil comparado con esa orgía inefable, con esa santa prostitución del alma que se da toda entera, poesía y caridad, a lo imprevisto que se muestra, a lo desconocido que pasa.
      Es bueno enseñar a veces a los felices de este mundo, aunque sólo fuere para humillar por un instante su orgullo, que existen felicidades superiores a las suyas, más vastas y más delicadas.. Los fundadores de colonias, los pastores de pueblos, los padres misioneros exiliados en los confines del mundo, saben sin duda algo de estas ebriedades misteriosas; y, en el interior de la extensa familia que su genio ha formado, deben reírse a veces de aquellos que los compadecen por su destino tan agitado y por su vida tan casta.

(Le Spleen de París, 1869.)

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