Raúl Gustavo Aguirre: poeta, antólogo, traductor y crítico nacido en Buenos Aires, Argentina (1927-1983).

Lesbos, Charles Baudelaire

Madre de antiguos juegos y dulces melodías,
Lesbos, donde los besos, lánguidos o imperiosos,
Cálidos como soles, frescos como sandías,
Engalanan las noches y los días gloriosos;
Madre de antiguos juegos y dulces melodías,

Lesbos, donde los besos son como las cascadas
Que a los negros abismos se arrojan impacientes,
Y corren, sollozando y cloqueando en oleadas,
Tormentosas, secretas, profundas, febricientes;
¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas!

Lesbos, donde se aman las Frinés si se miran,
Donde jamás sin eco un suspiro quedara,
Como también a Pafos las estrellas te admiran,
¡Y Venus con razón a Safo la celara!
Lesbos, donde se aman las Frinés si se miran,

¡Lesbos, tierra de noches lánguidas y calientes,
Donde discurre estéril la voluptuosidad!
Claros espejos donde bellas adolescentes
Acarician los frutos de su nubilidad;
Lesbos, tierra de noches lánguidas y calientes,

Deja a Platón fruncir el ceño venerable;
Tú obtienes el perdón con besos infinitos,
Reina del dulce imperio, tierra noble y amable,
Y tus inagotables tranportes exquisitos.
Deja a Platón fruncir el ceño venerable.

¡Tú obtienes el perdón de la infinita pena,
Que aflige a los que sufren insaciables anhelos,
Y aleja de nosotros la sonrisa serena
Vagamente entrevista al borde de otros cielos!
¡Tú obtienes el perdón de la infinita pena!

¿Quién de los Dioses, Lesbos, se atreverá a juzgarte
Y condenar acaso tus tiernos desvaríos,
Si en sus balanzas de oro no pone de tu parte
Las lágrimas que al mar arrojaron tus ríos?
¿Quién de los Dioses, Lesbos, se atreverá a juzgarte?

¿Qué nos quieren las leyes de lo justo y lo injusto?
Vírgenes de sublime hermosura sin velo,
¡El rito vuestro como todo rito es augusto,
Y el amor se reirá del Infierno y del Cielo!
¿Qué nos quieren las leyes de lo justo y lo injusto?

Porque yo fui entre todos por Lesbos elegido
Para que su secreto celebraran mis cantos,
Y desde la niñez al misterio admitido
Fui de las alegrías mezcladas con los llantos;
Porque yo fui entre todos por Lesbos elegido.

Y así vigilo desde la cima soberana,
Como un centinela de ojo agudo y certero,
Que noche y día acecha, brick, fragata o tartana,
Esas formas que tiemblan en el azul señero;
Y así vigilo desde la cima soberana.

Para saber si el mar es manso y complaciente,
Y entre estos sollozos que a la roca han herido
Devolverá una tarde a Lesbos, la indulgente,
De nuestra ausente Safo el cadáver querido.
¡Para saber si el mar es manso y complaciente!

De Safo varonil, la amante y el poeta,
¡Más hermosa que Venus con su pálido albor
Y su mirada azul donde vence, violeta,
el tenebroso círculo que trazara el dolor!
De Safo varonil, la amante y el poeta.

—Más hermosa que Venus surgiendo sobre el mundo
Y esparciendo el sociego de un tesoro dorado
Y el joven resplandor de su cuerpo rotundo
Sobre el antiguo Océano de su hija admirado;
¡Más hermosa que Venus surgiendo sobre el mundo!

—De Safo que murió mancillada y blasfema,
Cuando, insultando al culto con ese acto impío,
Su bello cuerpo dio como vianda suprema
A un patán cuyo orgullo castigó el extravío
De aquella que murió mancillada y blasfema.

¡Desde entonces a Lesbos un gran dolor abruma,
Y aunque el orbe le rinda sus honras más preciadas,
En las noches se embriaga con el fragor de espuma
Que elevan hacia el cielo sus costas desoladas!
¡Desde entonces a Lesbos un gran dolor abruma!

(Les Fleurs du Mal, 1857.)

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