À Alfred Jarry.
Sobre el pulgar del pie, senos de proa, pública, ella se arquea desnuda: diadema a sus pies, desenrollándose al resorte de su gesto, lascivamente surgen hacia los ojos de rocío las serpientes hace un momento amodorradas, y en cuanto la muchacha se abandona al brasero de espirales, ya la multitud presiente rubíes bajo las escamas, en tanto que Satán, dueño del circo, aspira el olor del festín que se prepara en el fondo de la crápula, porque ya los reptiles han invadido la carne cincelada de flechas vivas y van a consumir el alma del ídolo que se pasma, simbólico, en su maligna apoteosis de revoluciones, un silbato de víbora entre sus labios de cereza.
(Les Féeries intérieures, 1907.)
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