Si les digo que todo lo he dejado
Es porque ella ya no es la de mi cuerpo,
Nunca de eso me he jactado
No es verdad
Y la bruma del fondo en que me muevo
No sabe nunca si he pasado.
Del abanico de su boca, del brillo de sus ojos
Sólo yo puedo hablar,
Sólo yo el circundado
Por ese espejo nulo donde el aire circula a mi través
Y el aire tiene un rostro, un rostro enamorado,
Un rostro amado, el tuyo,
A ti sin nombre y por los otros ignorada
El mar te dice: sobre mí, y el cielo: sobre mí,
Los astros te adivinan, las nubes te imaginan
Y la sangre esparcida en los mejores tiempos,
La sangre de la generosidad,
Te lleva con delicia.
Yo canto la alegría de cantarte,
Y la alegría de tenerte o no tenerte,
El candor de esperarte, la ingenuidad de conocerte,
Oh tú que borras el olvido, la espera y la ignorancia,
Que suprimes la ausencia y me entregas al mundo,
Canto para cantar, te amo para cantar
El misterio en que amor me crea y se libera.
Eres pura, más pura todavía que yo.
(Capitale de la Douleur, 1926.)
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