El molino de Calavon. Durante dos años, una granja de cigarras, un castillo de vencejos. Aquí todo hablaba de torrente, tanto por la risa, como por los puños de la juventud. Hoy, el viejo refractario se debilita en medio de sus piedras, la mayoría muertas de hielo, de soledad y de calor. A su vez los presagios se han adormecido en el silencio de las flores.
Roger Bernard: el horizonte de los monstruos estaba demasiado próximo a su tierra.
No busques en la montaña; pero si, a algunos kilómetros de allí, en las gargantas de Oppedette, te encuentras con el rayo con rostro de escolar, ve hacia él, oh, ve hacia él y sonríele porque debe tener hambre, hambre de amistad.
(Le Poème pulvérisé, 1947.)
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ResponderEliminarTe paso mi blog de poesias por si quieres visitarla.
Gracias