Raúl Gustavo Aguirre: poeta, antólogo, traductor y crítico nacido en Buenos Aires, Argentina (1927-1983).

Toda escritura es cosa de chanchos, Antonin Artaud

       Toda escritura es cosa de chanchos.
       Las personas que salen de la vaguedad para tratar de definir como quiera que fuere aquello que ocurre en su pensamiento, son unos chanchos.
       Toda gente de letras es chancha, y en particular la de este tiempo.
       Todos aquellos que tienen puntos de referencia en el espíritu, quiero decir, en cierto lugar de la cabeza, en puntos bien localizados de su cerebro, todos aquellos que son maestros de su idioma, todos aquellos para quienes las palabras tienen un sentido, todos aquellos para quienes existen alturas en el alma, y corrientes de pensamiento, pienso en sus tareas precisas, y en ese chillido de autómatas que lanza a los cuatro vientos su espíritu,
                 -son chanchos.
       Aquellos para quienes ciertas palabras tienen un sentido, y ciertas maneras de ser, aquellos que tan bien construyen maneras, aquellos para quienes los sentimientos pueden clasificarse y que discuten sobre un grado cualquiera de sus hilarantes clasificaciones, aquellos que creen todavía en los "términos", aquellos que remueven ideologías que han adquirido prestigio en su época, aquellos cuyas mujeres hablan tan bien, y también esas mujeres que hablan tan bien y que hablan de las tendencias de la época, aquellos que creen aún en una orientación del espíritu, aquellos que siguen caminos, que agitan nombres, que hacen gritar a las páginas de los libros,
       ésos son los peores chanchos.
       ¡Usted habla por hablar jovencito! 
       No, pienso en los críticos barbudos.
       Y ya se lo dije: nada de obras, ni de lengua, ni de palabras, ni de espíritu, nada.
       Nada sino un hermoso Pesa Nervios.
       Una especie de posición incomprensible y erguida en medio de todo el espíritu.
       Y no esperen que les nombre ese todo, en cuantas partes se divide, que les diga su peso, que prosiga, que me ponga a discutir acerca de ese todo y que, al discutir, me pierda y que me ponga así sin saberlo a pensar -y que se aclare, que viva, que se orne de una multitud de palabras, todas bien pulidas de sentido, diferentes todos, y capaces de revelar todas las actitudes, todos los matices de un pensamiento muy sensible y penetrante.
       ¡Ah! esos estados que nunca se nombran, esas situaciones anímicas eminentes, ¡ah! esos intervalos de la mente, ¡ah! esas minúsculas pifias que son el pan cotidiano de mis horas, ¡ah! ese pueblo hormigueante de impresiones -siempre las mismas palabras son las que me sirven y en verdad no tengo el aire de moverme mucho en mi pensamiento, pero en realidad me muevo en él más que ustedes, barbas de asno, chanchos pertinentes, maestros del verbo falso, levantadores de retratos, folletinistas, plantas bajas, herboristas, entomólogos, plaga de mi lengua.
       Ya les dije que no poseo más mi lengua, pero esto no es una razón para que ustedes persistan, para que ustedes se obstinen en la lengua.
       Vamos, dentro de diez años me comprenderán las personas que harán entonces lo que ustedes harían. Entonces se conocerán mis géiseres, se verán mis hielos se habrá aprendido a desnaturalizar mis venenos, se desovillarán mis juegos de almas.
       Entonces todos mis cabellos se habrán sumergido en la cal, todas mis venas mentales, entonces se divisará mi bestiario, y mi mística se habrá convertido en un sombrero. Entonces se verá humear las juntas de las piedras, y arborescentes ramos de ojos mentales cristalizarán en glosarios, entonces se verá caer aerolitos de piedra, entonces se verán cuerdas, entonces se comprenderá la geometría sin espacios, y se conocerá qué es la configuración del espíritu, y se comprenderá cómo perdí el espíritu.
       Entonces se comprenderá por qué mi espíritu no está allí, entonces se verá secarse todas las lenguas, desecarse todos los espíritus, volverse coriáceas todas las lenguas, y las figuras humanas se aplanarán, se desinflarán, como aspiradas por ventosas desecantes, y esta membrana lubrificante y cáustica, esta membrana de dos espesores, de múltiples grados, de una infinidad de lagartos, esta membrana vidriosa y melancólica, pero tan sensible, tan pertinente también, tan capaz de multiplicarse, de desdoblarse, de volverse con su reflejo de lagartos, de sentidos, de estupefacientes, de irrigaciones penetrantes y venenosas,
       entonces, todo esto será aceptado,
       y ya no tendré necesidad de hablar.

(Le Pèse-Nerfs, 1927.)

Invocación a la momia, Antonin Artaud

Esa nariz de huesos y de piel
donde comienzan las tinieblas
de lo absoluto, y la pintura de esos labios
que cierras como un telón

Y ese oro que te roza en sueños
la vida que tus huesos roe,
y las flores de esa mirada falsa
por la que vas hacia la luz

Momia, y esas manos de alambre
para revolverte las entrañas,
esas manos donde la sombra atroz
adquiere el aspecto de un pájaro

Todo esto de que se orna la muerte
con un rito aleatorio,
esa charla de sombras, y el oro
en que nadan tus entrañas negras

por allí yo te encuentro,
por el camino calcinado de las venas
y tu oro es como mi pena
el peor testigo y el más fiel

(Euvres complètes,1956.)

Hambre roja, René char

Eras insensata.

¡Qué lejos ya!

Moriste, un dedo ante tu boca,
En un noble movimiento,
Para poner punto a la efusión;
En el frío sol de un verde límite.

Eras tan bella que nadie advirtió tu muerte.
Más tarde, era de noche, echaste a andar conmigo.

Desnudez sin recelo,
Senos corroídos por tu corazón.

A sus anchas en este mundo que ocurre,
Un hombre que te había estrechado en sus brazos,
Se sentó a la mesa.

Está bien, no existes.

(Le Nu perdu, 1971.)

La aldea vertical, René Char

Como lobos ennoblecidos
Por su desaparición
Acechamos el año de miedo
Y de liberación.

Lobos nevados
De las lejanas batidas,
De fecha borrada.

Bajo el porvenir que gruñe,
Furtivos, esperamos,
Para afiliarnos,
La amplitud de la altura.

Sabemos que las Cosas ocurren
Repentinamente,
Oscuras o demasiado adornadas.

El dardo que unía los dos paños
Vida contra vida, clamor y monte,
Fulguró.

(Le Nu perdu, 1971.)

La bestia innombrable, René Char

La Bestia innombrable cierra la marcha del gracioso rebaño, como un cíclope bufo.
Ocho improperios le sirven de ornamento, se dividen su demencia.
La Bestia eructa devotamente en el aire rústico.
Sus flancos rellenos y vacilantes son dolorosos, están por vaciarse de su preñez.
Desde sus cascos hasta sus vanos colmillos, está envuelta en fetidez.

Así se me aparce, en el friso de Lascaux, madre fantásticamente disfrazada,
La Sabiduría con los ojos llenos de lágrimas.

(La Paroi et la Prairie, 1952.)

Temor, detonación, silencio, René Char

     El molino de Calavon. Durante dos años, una granja de cigarras, un castillo de vencejos. Aquí todo hablaba de torrente, tanto por la risa, como por los puños de la juventud. Hoy, el viejo refractario se debilita en medio de sus piedras, la mayoría muertas de hielo, de soledad y de calor. A su vez los presagios se han adormecido en el silencio de las flores.
       Roger Bernard: el horizonte de los monstruos estaba demasiado próximo a su tierra.
     No busques en la montaña; pero si, a algunos kilómetros de allí, en las gargantas de Oppedette, te encuentras con el rayo con rostro de escolar, ve hacia él, oh, ve hacia él y sonríele porque debe tener hambre, hambre de amistad.

(Le Poème pulvérisé, 1947.)

La unión libre, André Breton

Mi mujer con cabellera de fuego de leña
Con pensamientos de relámpagos de calor
Con talle de reloj de arena
Mi mujer con talle de nutria entre los dientes del tigre
Mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última magnitud
Con dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca
Con lengua de ámbar y de vidrio frotados
Mi mujer con lengua de hostia apuñalada
Con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
Con lengua de piedra increíble
Mi mujer con pestañas de palotes que escriben los niños
Con cejas de borde de nido de golondrinas
Mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero
Y de vaho en los cristales
Mi mujer con hombros de champagne
Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
Mi mujer con muñecas de fósforos
Mi mujer con dedos de azar y de as de corazón
Con dedos de heno segado
Mi mujer con axilas de marta y de bellotas
De noche de San Juan
De alheña y de nido de escalarias
Con brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de mezcla de trigo y de molino
Mi mujer con piernas de cohete
Con movimientos de relojería y desesperación
Mi mujer con pantorrillas de médula de saúco
Mi mujer con pies de iniciales
Con pies de manojos de llaves con pies de pajaritos que beben
Mi mujer con cuello de cebada sin perlar
Mi mujer con garganta de Valle de Oro
De cita en el lecho mismo del torrente
Con senos nocturnos
Mi mujer con senos de topera marina
Mi mujer con senos de crisol de rubíes
Con senos de espectro de la rosa bajo el rocío
Mi mujer con vientre de despliegue de abanico de los días
Con vientre de garra gigante
Mi mujer con espalda de pájaro que huye vertical
Con espalda de azogue
Con espalda de luz
Con nuca de piedra de canto rodado y de tiza mojada
Y de caída de un vaso en que se acaba de beber
Mi mujer con caderas de barca
Con caderas de araña y de plumas de flecha
Y de canutos de plumas de pavo real blanco
De balanza insensible
Mi mujer con nalgas de greda y de amianto
Mi mujer con nalgas de lomo de cisne
Mi mujer con nalgas de primavera
Con sexo de gladiolo
Mi mujer con sexo de yacimiento y de ornitorrinco
Mi mujer con sexo de alga y de bombones viejos
Mi mujer con sexo de espejo
Mi mujer con ojos llenos de lágrimas
Con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
Mi mujer con ojos de sabana
Mi mujer con ojos de agua para beber en prisión
Mi mujer con ojos de bosque siempre bajo el hacha
Con ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego

(L'Union libre, 1931.)